Por: Jesús H।Navarro S.
La Ley de Ordenamiento Territorial LOOT (Ley 1454 de 2011), permite la creación de regiones administrativas y de planificación, incluye elementos económicos, sociales y culturales de hondo calado, que son en últimas los que la identifican y no propiamente el territorio en el que se asienta la población que hace parte de ella. La Ley debe darle el carácter de entidades territoriales (RET), como lo dispone la Carta. Y a ello es a lo que aspiran las regiones, empezando por el Caribe colombiano. No nos fastidiamos al repetirlo, Colombia es un país de regiones, estas no son una invención, son un espacio real y tangible, que no puede seguirse olvidando o viendo en ellas un chantaje a la integridad de la República. La ley no es precisamente lo que se esperaba, que si un buen comienzo para el desarrollo de los territorios.
Ya era hora de que el Estado notificara la disminución de las desigualdades regionales, clamor dilatado desde la independencia y rubricado con la llamada "Liga Costeña de 1919", cuyo objetivo elemental fue obligar al gobierno central para que se instruyera una etapa de inversiones en el área de la costa que permitiera reforzar el crecimiento y aminorar las desigualdades.
Recuerda acertadamente Amílcar Acosta: “…De lo que se trata es de darle entidad y consistencia a las regiones para que estas puedan cumplir su rol, la sola asociatividad no la garantiza. Este fue el sentido del Voto Caribe, por el cual más de 2.5 millones de sufragantes depositaron su voto, convirtiéndose en un mandato ciudadano. El texto de la papeleta que depositaron no deja lugar a dudas: se votó por “la constitución de la Región Caribe como entidad territorial de derecho público, con autonomía para la gestión de sus intereses, que promueva el desarrollo económico y social de nuestro territorio dentro del Estado y la Constitución colombiana”. Más claro no canta un gallo.
Estratégicamente la Región Caribe como entidad territorial está ubicada en un sitio privilegiado; en el mar Caribe, que se extiende al mundo, el cual le da unas ventajas comparativas y competitivas en materia de corredor fluvial que atrae inversiones propias y extranjeras, dinamiza las exportaciones, transformación de materias primas en productos terminados, que generarían empleo productivo, sostenible y de contera desarrollo a esta Región olvidada de la Patria.
Es el minuto del Caribe colombiano, es el espacio esperado de autonomía o mandato, es el instante de eliminar los aspectos accesorios o confusos que complican la comprensión del camino a la RET (Red de Entidades Territoriales) y dejar el miedo perpetuo del centralismo, como el que le tiene el Diablo a la cruz; o, el de nosotros para decirlo coloquialmente: “después de matar el tigre, le huyamos al cuero”.
Ya era hora de que el Estado notificara la disminución de las desigualdades regionales, clamor dilatado desde la independencia y rubricado con la llamada "Liga Costeña de 1919", cuyo objetivo elemental fue obligar al gobierno central para que se instruyera una etapa de inversiones en el área de la costa que permitiera reforzar el crecimiento y aminorar las desigualdades.
Recuerda acertadamente Amílcar Acosta: “…De lo que se trata es de darle entidad y consistencia a las regiones para que estas puedan cumplir su rol, la sola asociatividad no la garantiza. Este fue el sentido del Voto Caribe, por el cual más de 2.5 millones de sufragantes depositaron su voto, convirtiéndose en un mandato ciudadano. El texto de la papeleta que depositaron no deja lugar a dudas: se votó por “la constitución de la Región Caribe como entidad territorial de derecho público, con autonomía para la gestión de sus intereses, que promueva el desarrollo económico y social de nuestro territorio dentro del Estado y la Constitución colombiana”. Más claro no canta un gallo.
Estratégicamente la Región Caribe como entidad territorial está ubicada en un sitio privilegiado; en el mar Caribe, que se extiende al mundo, el cual le da unas ventajas comparativas y competitivas en materia de corredor fluvial que atrae inversiones propias y extranjeras, dinamiza las exportaciones, transformación de materias primas en productos terminados, que generarían empleo productivo, sostenible y de contera desarrollo a esta Región olvidada de la Patria.
Es el minuto del Caribe colombiano, es el espacio esperado de autonomía o mandato, es el instante de eliminar los aspectos accesorios o confusos que complican la comprensión del camino a la RET (Red de Entidades Territoriales) y dejar el miedo perpetuo del centralismo, como el que le tiene el Diablo a la cruz; o, el de nosotros para decirlo coloquialmente: “después de matar el tigre, le huyamos al cuero”.
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